THE SPEED PROJECT ATACAMA
Texto por Daniela Corvalan.
Recuerdo que en el año 2016, Max me mandó un video de The Speed Project, una carrera por relevos que va desde Santa Mónica a Las Vegas. La verdad no le tomé mucha importancia, porque a pesar de que se veía increíble, al mismo tiempo era una posibilidad muy lejana: conseguir un equipo y viajar a USA para correr una distancia absurda.
TSP se fue acercando de a poco. Desde el DIY que dejó a los Maffs motivados para ir a LA y luego Nils viajaría a Iquique para hacer el recon de un posible TSP ATA. Siempre quise ser parte -como crew- de los Maffs, pero por distintos motivos (relacionados al trabajo) nunca había podido coincidir en la fecha.
No fue hasta que Max me dijo que quería correr en la modalidad SOLO en TSP Atacama, que TSP se sentía un poquito más cerca: tenía que estar ahí para apoyarlo. Mi idea inicial era llegar a mitad de la carrera (volar a Calama y moverme desde ahí) y así no tener que pedir tanto permiso en el trabajo, pero luego pensé -esto será algo único- así que hablé con mi equipo de trabajo y luego con mi jefe. Tres semanas antes de TSP ya estaba todo más o menos planificado y podría estar la semana entera en el norte.

El 06 de noviembre viajé por trabajo al sur de Chile. Llevé mis cosas para entrenar en caso de que me diera tiempo. Todo iba “normal”. Hasta que Max ese mismo día me escribió que una de las chicas del grupo de los Maffs se había lesionado. Sabía que una opción fácil en términos de logística sería que yo tomara su lugar. Inmediatamente me escriben los Maffs para preguntarme si yo era un posibilidad. Estaba en una posición difícil, porque correr TSP me motivaba bastante, pero por otro lado no podía imaginar no estar presente cuando Max llegara a San Pedro de Atacama.
Pregunté cuáles eran las opciones, pero a 2 semanas de TSP, eran pocas. No es que yo hubiese estado muy entrenada tampoco, me esguincé el tobillo a fines de septiembre en una carrera y luego de estar tres semanas sin correr, recién estaba retomando los entrenamientos. Pero al menos estaba corriendo, y como había llevado mis cosas para correr, reflexioné mientras corría los días siguientes…
Me tomó dos días para decirle a los Maffs que yo formaría parte del relevo, con la condición de que yo acompañaría a Max los tres primeros días.
Alcancé a hacer un entrenamiento específico, y luego de eso me resfrié, y para no empeorar estuve una semana sin correr.
El día antes de tomar mi vuelo a Iquique, me compré un par de zapatillas de calle. Tendría que probarlas en la ruta misma junto a Max.
No voy a mentir acá y debo confesar que todo me asustaba un poco y sentía la auto-presión: ¿podré correr luego de este resfrío? ¿cuánto seré capaz de correr? ¿podré mantener un ritmo decente mientras corro?, y adicional a estas preguntas estaba el pensamiento de que deberíamos correr por la ruta 5 norte, que sabemos no es lo más seguro.

El lunes a las 4 AM comenzaron los siete corredores que en solitario -con el equipo de apoyo correspondiente- cruzarían el desierto.
Sería una oportunidad para reconocer la ruta ¿ya escribí que nunca había visitado San Pedro de Atacama? Lo que pasó en esas 50 horas que acompañé a Max, podría escribirlo en otro relato. Lo que rescato de esas horas para este relato fue el haber podido conocer parte de la ruta, y haber vivido un poco (desde afuera, pero desde adentro al mismo tiempo) lo que es moverse sin dormir más que tan solo unas pocas horas, intentar comer cuando se pueda y saber sobrellevar el dolor, el cansancio, el frío y el calor.
Lloré cual niña cuando me separé de Max. Me subí a la van de los Maffs camino a Iquique y me sentía fuera de lugar.
El retorno a Iquique nos tomó unas 3 horas y se me hizo más largo que las 50 horas que nos había tomado llegar hasta donde me separé de Max. Me sentía mal por haberlo dejado y me atormentaba la duda de si estaba haciendo lo correcto.
Lo primero que hice al llegar a la casa de Iquique fue darme una larga ducha. Cambié mi mentalidad y empecé a enfocarme en lo que sería mi propio TSP. Esa noche dormí profundamente.

El día previo a comenzar, fuimos al Skate Park para compartir con los otros equipos un easy run hasta el Café Maria del Mar, el mismo lugar donde sería la charla técnica a las 16. Tomamos un café y seguimos compartiendo con el resto de los equipos.
En la charla, Nils habló muy bonito de lo que es TSP, de su motivación por hacer lo que hace y de cómo nació -gracias a los Maffs y a Max- la idea de cruzar el desierto más árido del planeta. Recalcó además la seguridad y precaución que había que tener en ruta y me puse nerviosa. Solo 12 horas nos separaban de comenzar.
Esa tarde cenamos y tuvimos la última reunión para repasar la ruta y la estrategia. Seríamos dos grupos de tres personas, un grupo correría acompañado de la camioneta, mientras el otro grupo usaría ese tiempo para descansar en la van cuando correspondiera. La noche se hizo corta y poco antes de las 4 AM ya estábamos listos para que Steve comenzara con el primer relevo.
Fue el primero en dejar atrás el Skate Park y aunque TSP no es una carrera, había competividad. El clima estaba perfecto para correr bajo la oscuridad de la costa. El segundo relevo lo tomó Lec, y eso significaba que yo sería la próxima. El tiempo pasaba rápido y sin darme cuenta ya estaba corriendo, sintiéndome increíble por la adrenalina e incluso frenando mis piernas: aún quedaba mucho.

Entre Steve, Lec y yo hicimos los primeros 45 km y justo al amanecer, entregué el relevo a Sofi, que junto a Santi y Deppe harían los siguientes 25 km incluyendo la subida de la sal, que a mi parecer era la más peligrosa y que agradecí saber que no tendría que pasar corriendo por ahí.
Llegamos arriba y aprovechamos de desayunar y tomar café mientras esperábamos nuestro siguiente relevo. Hasta ese momento todo iba bien, estaba bien hidratada y con ganas de comer.
No se cuánto tiempo esperamos hasta que vimos aparecer a Santi, y un poquito más atrás a un corredor del equipo francés. En ese punto íbamos a tomar un shortcut, y lo más lógico era esperar a que los franceses pasaran de largo, pero Deppe corrió en forma tan desesperada (intentando fallidamente dejar atrás al francés) que Steve no tuvo otra que correr.

Mientras esperábamos, pasamos por Victoria a cargar combustible y comprar agua. Seguimos esperando justo a la salida del shortcut, donde no pude comer mucho porque ya hacía mucho calor. Justo antes de tomar el relevo, pusimos hielo en nuestras bandanas. Deppe entregó a Steve. Deppe se veía realmente mal, estaba empapado entre el sudor y el agua, tostado por el calor que ya hacía a esa hora y el sol pegaba de frente. Tomamos nuestras cosas y nos pasamos a la camioneta, a la cual, desgraciadamente olvidamos llevar hielo.
Los franceses no nos perdieron de vista y tomaron el shortcut. Me tocó a mi retomar la ruta guía al final de ese shortcut (OG, la que tenían todos los equipos). Hasta ahí íbamos primeros, pero un francés me pasó. Estuvimos corriendo durante otros 25 km muy pegados a los franceses, pero nuestra estrategia ahora sí era dejar que nos pasaran y así no se dieran cuenta del siguiente shortcut.
Entregamos el relevo Santi, Sofi y Deppe, quienes harían los siguientes 30 km y nos alcanzarían justo al final del segundo shortcut. A esa hora ya empezaba a hacer bastante calor.

Nos tocaba hacer 30 km entre los 3, y el calor, sumado a un viento fuerte y tibio, nos hacía sufrir al intentar mantener un pace decente. Extrañamos el hielo. Corrimos casi todo el segmento por un camino lateral a la 5 norte. Intenté seguir comiendo siempre, y a esa altura lo único que mi cuerpo aceptaba eran gomitas. Cada tanto nos recordábamos entre nosotros de tomar pastillas de sal y de magnesio, para mantenernos hidratados. Ese segmento se hizo eterno y justo cuando ya estábamos tostados vimos la van para hacer el relevo a Santi.
Nos adelantamos en la van los 40 km que harían los otros tres Maffs, y tuvimos que mantener el aire acondicionado encendido porque el calor estaba insoportable. Intentamos dormir, pero creo que nadie lo consiguió. Se notaba que todos estábamos muy cansados por el silencio que había dentro de la van.
Pasado el tiempo que calculamos teníamos para descansar, nos preparamos para hacer otros 30 km hasta Quillagua, un paso “fronterizo”. No cambiamos de auto en este punto para que la camioneta alcanzara a hacer los trámites de aduana antes del relevo.
Todavía corría mucho viento y costaba correr. Esa parte de la ruta la hicimos casi toda por la berma de la 5 norte, con precaución, porque cuando pasaban los camiones dejaban atrás un viento que te empujaba a la ruta. Me tocó hacer la última bajada a Quillagua, pero fue Steve quien pasó el relevo a Santi.
No recuerdo haber escuchado a Deppe, pero creo que le dijo a Steve que quería acortar su relevo a 30 km (en vez de 40) porque estaban muy cansados.
Terminamos el trámite en Quillagua, aprovechamos de comprar más agua y continuamos hasta el nuevo punto de relevo. Estaba anocheciendo y queríamos aprovechar de dormir y comer. No logramos encontrar la cocinilla (que más tarde supimos que estaba en la camioneta) así que comimos algo rápido. El tiempo volaba y ninguno alcanzó a dormir, ya teníamos que preparar nuestras cosas para hacer el siguiente relevo.
Llegamos al km 30 que había pedido Deppe, ellos estaban corriendo por un camino lateral al interior y podíamos ver la camioneta, pero estaba lejos como para bajar y llevar nuestros bolsos.
Steve se bajó y fue a hacer el relevo. Nosotros en la van empezamos a avanzar buscando un punto donde poder intercambiar las cosas de auto. Cuando encontramos ese punto, bajamos los bolsos, llegó la camioneta y poco después vimos que Santi seguía corriendo mientras gritaba “no haremos el relevo, vayan al cruce como estaba establecido”.
Steve no estaba con ellos. Se había quedado atrás cuando intentamos hacer el cambio. Unos pocos minutos después, apareció, como si hubiese corrido su PR en 1500 metros planos -”pensé que nadie se daría cuenta que yo no estaba”-, dijo asustado.
(Faltaban 10 km para el famoso cruce).

Me tocó cruzar la 5 norte para seguir un camino lateral que nos llevaría a hacer el tercer shortcut (que evita pasar por el cruce María Elena). Y así en total oscuridad, corrimos por un camino de calamina, escuchando el sonido de los cables de alta tensión y alejándonos de a poco de la ruta 5 hacia el interior.
La parte justo antes de comenzar el shortcut, había una posada donde posiblemente nos encontraríamos con perros. Steve estaba corriendo en ese momento, con la camioneta pegada por si pasaba algo.
En eso Deppe se bajó del auto fuera de sí y empezó a gritar a pelao (Crew), pidiendo explicaciones de por qué había dejado sin comida a “sus corredores” y otras cosas más. Al mismo tiempo que pensé que Deppe le pegaría a pelao, Lec le quería pegar a Santi, pero Steve lo retuvo.
Toda la pelea pasó muy rápido y dejó los ánimos por el suelo.
“Quieren el relevo en el cruce, vamos al cruce y que se vayan a la concha de su madre” dijo Steve.
Yo estaba boquiabierta luego de presenciar la pelea, como no había participado antes de un TSP, no se me pasó por la cabeza que algo así pudiera pasar, pero ahora que lo pienso, fue bueno vivir toda experiencia. Si no hubiese sido por pelao, que vio que Santi, Deppe y Sofi estaban mal, hubiésemos llegado al cruce, pero paramos antes y finalmente hicimos el relevo.

Yo estaba navegando para no perder el shortcut y en eso se escuchan perros ladrar. Steve gritaba y golpeaba la camioneta “abre la puerta, abre la puerta”, y yo entre que soltaba el celular e intentaba abrir (la puerta se abría jalando la manilla dos veces) creo que Steve vio su vida pasar, hasta que logró subirse a la camioneta. Paramos y el dueño salió a tranquilizar los perros.
Seguimos el relay pasándonos el gas pimienta en caso de cualquier cosa.
A esas horas de la noche, sin haber dormido, casi no se hablaba en la camioneta. Pelao puso música a todo volumen y eso nos animó un poco. Hacía frío y costaba salir a correr cada relevo. Lo único que quería era llegar al próximo punto a dormir, y para priorizar eso, me obligué a comer un pan mientras descansaba entre cada relevo, así no perdería tiempo en comer en el próximo descanso.
Llegamos al punto que conectaba con la ruta 24.
La familia de Deppe y Lec habían llegado con refuerzos. Me lavé los dientes, me cambié la polera mojada, me metí al saco y acostada en los asientos de la van, dormí.
Creo que deben haber sido 2 horas de sueño profundo, pero según mis compañeros, fueron 45 min. Sea lo que fuese, algo me ayudó.
Poco antes de las 4 AM, y en la oscuridad casi absoluta de no ser por la luna llena que se asomaba entre nubes, nos empezamos a preparar para hacer la subida hasta el Cañón, unos 20 km aprox. Hacía tanto frío que incluso consideré la posibilidad de correr con la chaqueta de pluma, pero al ver a mis compañeros en short, opté por la primera y segunda capa, además de unos guantes.
Hicimos relevos de 1 km.
Para animarme calculé que yo debía hacer 7 km. Cada km que avanzaba era uno menos para llegar al Cañón, para descansar, para que amaneciera o lo que fuera que me sacara de la incomodidad de correr por la noche en un lugar desconocido (desde el último shortcut la ruta era nueva para mi).
Mi estómago protestaba y no podía comer. En la camioneta hablábamos poco. Había sueño, cansancio, dolor. La subida se sentía, y cada vez estábamos más alto.
Antes del Cañón, entregamos el relevo. Estaba amaneciendo.
Hacía frío y puse mis piernas en el saco de dormir. No pude comer. Con Steve encargamos fruta a la familia de Deppe y Lec quienes irían al supermercado de Calama. La espera para hacer el siguiente relevo, se me hizo eterna. Hasta que por fin vimos a Santi. Últimos 13 km en relevos para nosotros y luego continuaríamos los últimos 60 km todos juntos en la van.
Esos 13 km eran pasar por fuera de Calama, donde también temimos por los perros e hicimos el relevo con gas pimienta. El sol ya había salido, pero había un viento helado, con el que había que esforzarse aún más para no bajar el ritmo.
Pasado Calama y viendo los molinos de viento, apareció Pelao con un festín: papas fritas, sandwiches y fruta.
Con Steve comimos fruta, al menos eso pasaba y nos daba un poco de energía.

Nos encontramos con todos los demás: Maffs, Crew y familias, para afrontar los últimos 60 km, ya quedaba menos. Me cambié de ropa porque ya empezaba a hacer calor de nuevo.
Los relevos se hicieron cada vez más cortos: de correr 1 km a 800 metros, incluso en algunas partes 600 metros. A pesar de que ahora hacíamos el relevo entre 6 y no entre 3, el descanso se hacía poco.
Pasamos los molinos de viento. Seguíamos subiendo y queríamos llegar a la parte más alta ¿3400 msnm?
Esa parte tuvimos que hacer los relevos un poco más largos porque a la van se le hacía difícil parar a falta de berma. Llegamos a la parte más alta y por primera vez, vi El Valle de la Luna, San Pedro estaba ahí, tan cerca, pero aún lejos.
Estaba desesperada por llegar, agotada, ya no quería seguir corriendo. Nadie sabía cuanto faltaba, el algún momento Steve dijo que faltaban 20 km y nos mentalizamos, pero pasados 30 min volvían a faltar 20 km, entonces nos dimos cuenta que Steve había trazado el mapa punto a punto y no por la ruta… a mentalizarse de nuevo.
Relevos cortos, aunque en la bajada – que realmente no se sentía bajada por la altura- corríamos un poco más. De pronto apareció la última subida, creo que le llaman el Llano de la Paciencia, con justa razón. No quería subir. Ya no quería más, me dolía todo, estaba cansada, estaba sucia, tenía hambre y no podía comer.

Pero esto es un equipo y hay que seguir hasta que no se pueda, así que en silencio y sin reclamar, me bajaba de esa van, corría y daba el high five al siguiente, me volvía a subir y así, hasta que por fin quedaban 7 kilómetros.
Cuando todos confirmamos que quedaban 7 km, se notó un cambio de ambiente. Ya estábamos llegando y por fin me di el tiempo de admirar lo bello De San Pedro de Atacama. La forma de su tierra y los colores, el Volcán Licancabur ahí mismo.
Hice el penúltimo relevo antes de subir todos juntos a la Cruz Papal. La adrenalina empezó a correr por mi sangre y los dolores musculares mágicamente desaparecieron. Corrí como si hubiese comenzado fresca de nuevo, incluso podía escuchar el apoyo de los que nos esperaban en la meta. Deppe corrió los últimos metros hasta la base De la Cruz, y empezamos a subir todos juntos.
La llegada fue increíble, una sensación indescriptible, una emoción nunca antes vivida. La felicidad en su máxima expresión. Nos abrazamos entre todos. Volví a ver a Max y al abrazarlo rompí en llanto.
Qué bonito estar ahí compartiendo.
